Ha sido y sigue siendo una condena enorme, aunque de proporciones mucho menos determinantes, llevar meses encerrados como todos y tener que lidiar y decidir con tu pareja el tipo de programa de TV que se quiere consumir, que se quiere compartir. Que conste que solo somos dos con derecho a escoger, ni Pepe ni Nacho, nuestros perros, participan de ese proceso. Pero imaginen entonces si fuésemos cuatro a elegir, el dilema existencial que se alcanzaría seria bestial y de proporciones bíblicas seguramente. Pero cuando no se llega a un consenso plural y bilateral, las horas de esparcimiento común y nocturno se van al traste con el peligro de que comience una beligerancia pasiva que puede durar semanas. Ignorar nuestros comunes deseos y gustos estéticos, en cuanto al tipo de programa de tv, que nos ayude a relajarnos y a sobrevivir, a paliar la batalla nacional contra el virus, puede ser una cuestión de alto peligro para la estabilidad sentimental de cualquiera.
El dilema mayor sucede cuando nos sentamos los dos, a eso de las 9 pm, esperando el famoso Prime Time, y ambos necesitamos desconectar, soltar lastre, desintoxicar cada molécula de nuestro extenuado y estresado cerebro, y permitir que las neuronas naveguen libres y sin rumbo alguno, entres las interconexiones que circunnavegan nuestro cerebro sin responsabilidades ni miedo alguno. Entonces comienza lo bueno, la toma y daca, el estira y empuje, el llenarse de paciencia y gritar un desafuero si es necesario, el admitir una derrota por el bien de una victoria, aunque sea pírrica, el morder el cojín más cercano mientras el otro expone sus prioridades. Pero hay una realidad, mi chico trabaja todo el día, (esa es una de sus mejores y contundentes razones, y contra ella, poco hay que hacer, una vez que se esgrime esa razón, olvídalo todo, es determinante) y sus horas de trabajo lo dejan agotado intelectualmente hablando, así que llega deseando desconectar de todos y de todo, y si algo no soporta es un monólogo con aspiraciones freudianas y con la más profunda convicción renacentista del mejoramiento humano, aunque sea dicho por la mismísima Meryl Streep en Big Little Lies. Eso no le importa, él quiere lo que quiere y contra Belén Esteban no se puede, y si es con la Pantoja regalando falsas joyas, olvídate, todo el mundo en “plancha”.
Pero yo lo entiendo, al menos lo intento. Yo busco un entretenimiento que me cuestione intelectualmente y que a la vez me entretenga, que me exija una predisposición mental para analizar y hallar conclusiones juntos y con los protagonistas de turno, pero mi chico solo quiere el encefalograma plano.
Entonces comienza la crisis, las negociaciones, como en “Encuentros en Tercera Fase” pero sin Richard Dreyfuss insistiendo hasta el final y sin las notas musicales de John William para permitir la mágica comunicación interplanetaria, claro está. Los gestos y los guiños se suceden uno detrás del otro para intentar yo, conseguir llevar el tipo de entretenimiento que se está pactando a mi favor. La peor parte es cuando crees que estás ganando, cuando consigues llamar la atención sobre determinado matiz de la serie de turno en Netflix o Amazon, cuando te has currado, con horas de antelación, buscando reseñas en la prensa, sobre todo de El País, su periódico de referencia, para proporcionarle pruebas fehacientes, resúmenes de críticos especializados, razones intelectuales, premios internacionales a mejor guion y actriz , y le sueltas en la cara, sin apenas pensarlo…!!que es la serie del año!!… y entonces, pasa lo que pasa, crees haber ganado. Respiras dichoso, te relajas junto a él y en el mejor de los casos, se duerme, en el peor, esgrime la frase mágica, si, la que les mencioné arriba, ¿Quién trabaja todo el día? y yo hago mutis permanente, y él contrataca sacándose como por arte de magia de debajo de la manga, un as, una noticia infalible que hay que seguir, que hay que indagar, que hay que contrastar, y que nos es más que el ultimo cotilleo en Tele 5 o sucedáneos, “sobre lo cabrona que ha sido Isabel Pantoja, lo defraudado que se siente Kiko Rivera y las demandas de su hermanos contra la bruja de su madre, de que todo estaba escondido en Cantora, propiedad de la Pantoja, donde todo ocurrió ( ante la duda, buscar en Google por favor) y entonces yo me quedo desalmado y desarmado. No hay nada más que hacer, y todo el trabajo diplomático y bilateral anterior, las pesquisas y el esfuerzo, se van al carajo por culpa de la Belén Rueda, o las joyas falsas que regaló la Pantoja a la insípida mujer de su hijo.
Entonces comienza el verdadero conflicto, porque si hay algo que odio yo con todas las fuerzas de mi corazón es a Tele 5, La 4 y el grupo Mediaset cuyo dueño es un ser innombrable por misógino y corrupto y la chatarra que producen para envilecer a las masas con sus programas de corazón y sus reality shows exponiendo lo peor del ser humano por dinero y manipulando a la audiencia con la lágrima fácil.
Pero según mi marido, tienen una enorme virtud. Para él, consiguen hacerle olvidar el estrés diario, relajarlo sin pensar, sin preocuparse de nada, insisto, le ponen el encefalograma plano, y por eso los ve, porque no le aportan nada a sus ya estresadas neuronas. ¿Pero entonces dónde quedo yo? Dónde quedan mis deseos de compartir con él en estas frías e infectadas noches madrileñas el necesario relax en pareja, esas horas de cómplice asueto y acercamiento, de intercambio de ideas estéticas gracias a “míticas” series multipremiadas de primer nivel vencidas por las quejas, la desafiante vida amorosa de la fauna local, por las traiciones, las demandas de divorcio, los robos, las frustraciones de cientos de personajillos sin logros ni triunfos, que sin embargo, ganan una fortuna por exponer sus vidas y la de los demás en el asador de la opinión pública nacional. Entonces alguien tiene que perder, y ese alguien soy yo. De nada sirven mis quejas, mis lamentos sobre la superficialidad, sobre la ignorancia que venden a las masas, sobre la manipulación grupal y el desprestigio de alguna televisión española.
Debo agregar y decir en favor de mi chico, que él es un tipo brillante, no le gusta nada que lo ponga aquí, pero se jode, es la verdad. No porque lo diga yo, sino porque lo demuestra a diario en su profesión y en la vida misma. Posee un coeficiente intelectual muy elevado, como nunca había visto a nadie, habla 5 idiomas, es capaz de resolver en minutos cuestiones irresolubles, simplemente con la facilidad de la palabra y el convencimiento, posee la capacidad de preparar una clase de 4 horas sin leerse un papel y solo con el tema. Pero sí, tiene esa debilidad, le encantan las historias del papel cuché y la insipidez de las historias truculentas y vulgares. Dice que “la vida real es demasiado dura, demasiado profunda para vivirla cuando queremos relajarnos” …, y yo, analizando todo esto, admito que quizás tenga razón. A fin de cuentas, esas “historias reales” que se venden en Tele 5 compiten con las ficciones más prestigiosas y que son un reflejo edulcorado de la realidad. Solo que, las series que adoro vienen empaquetadas por un manipulado y excelso trabajo de marketing y poseen ese halito de espectacularidad y exclusividad que todos ansiamos consumir. Tal vez las aceptamos porque sabemos que, aunque son parecidas a la realidad, son simple obras de ficción y nos parecen tan lejanas, tan fuera de nuestras realidades y que no inciden directamente sobre nosotros como si sucede con la tele realidad.
Por eso, diplomáticamente tal y como me ha enseñado en estos 8 años, lo mejor que puedo hacer es esperar a que mi chico se duerma para ponerme la serie de turno sin generar conflictos, ni roces, y mucho menos la ruptura de la bilateralidad, así de fácil.
PD:
( MI CHICO ME HA EXIGIDO, QUE ESPECIFIQUE QUE ESTE RELATO ES PURA FICCIÓN. IGUAL QUE HIZO EL GOBIERNO BRITÁNICO CON NETFLIX EN LA MAS RECIENTE TEMPORADA DE THE CROWN….)… risasss.
De los relatos más simpáticos que he leído.
Gracias.
Gracias!!!!… besoss