
Finalmente hemos salido a la calle. Tras una ardua labor de meses, el personal médico y todo el sistema de salud del país, va conteniendo el virus. Junto al personal sanitario, cientos de personas que nadie nombra han hecho posible, y siguen apoyando con su trabajo imprescindible, el regreso a la normalidad. Ha sido esencial, además, el apoyo de todos nosotros, que hemos acatado, en la gran mayoría, las normas de confinamiento. Han sido jornadas muy tristes para millones de españoles en toda la geografía nacional, y aún hoy, el peligro sigue latente. Poco a poco, el gobierno intenta volver a la normalidad, y con ello, nosotros vamos retomando nuestras vidas y regresando a las calles, siempre bajo estrictas normas de seguridad. El primer día nos aventuramos a salir más allá de nuestro recorrido habitual con nuestros perros, y fue maravilloso. Ver como la ciudad retomaba su pulso vital, como renacía luego de meses de miedo, zozobra e incertidumbre, fue un regalo muy anhelado. Salimos de nuestro apartamento a las 8pm en punto, el horario establecido. Íbamos con la idea de recorrer un kilómetro a la redonda, sólo eso está permitido. Cuanto más avanzábamos alegres y expectantes, notábamos a miles de personas que resurgían junto a la ciudad. Se percibía la risa, la vida, ocupando cada espacio y cada esquina de la capital. Con nuestros rostros, con la mirada, nos mezclábamos y nos dábamos imaginariamente el abrazo que físicamente no podemos darnos aún. Y de pronto me sentí que formaba parte, junto a miles de personas, de un gigantesco lienzo pintado por Juan Genovés y me vino a la mente “El abrazo”.
“El abrazo” es un cuadro con una significado profundo y muy simbólico para España. Intenta reflejar los aires de libertad que se apropiaban de todo tras la llegada de nuevos tiempos. Hoy permanece, donado por el Museo Reina Sofia, en El Palacio del Congreso de Madrid donde radica la soberanía popular. Juan Genovés lo pinta en 1976 y refleja la imagen de un grupo de personas, en tonos marrones sobre un fondo blanco, dándose un abrazo sin vérseles las caras. Para mí, simboliza la alegría del reencuentro, la reconciliación de todos los españoles, la necesidad de fundar un nuevo proyecto entre todos. No puedo, además, dejar de sentir cierta ternura reflejada ante el dolor y el reconocimiento de la libertad individual, premisa ésta, junto con la multitud, muy importantes en la obra del pintor. Es, sin duda alguna, un abrazo dado con la certeza y el deseo de ser dado y recibido.
A medida que avanzábamos, recorriendo una ciudad que parecía que estaba en fiestas, esa imagen martillaba en mi cerebro con fuerza. La alegría es un don del ser humano que nada ni nadie puede borrar. Muchas veces el género humano se ha visto sumido en catástrofes de todo tipo, guerras, diversas formas de dolor y presión externa, pero siempre hemos sabido salir de ello. Unas veces con demasiado dolor, otras pasando duras prueba de resiliencia y abnegación. Pero siempre se ha manifestado la entereza que nos ha hecho tal y como somos. Capacidad dada genéticamente a través de miles de años de avanzar con inteligencia, con tesón y solidaridad. Esa palabra tan esencial a lo largo de la evolución de nosotros como especie, debería ser una consigna permanente para la generación actual y las venideras.
Juan Genovés nos regaló un símbolo, sobre la ilusión y el significado que generan los cambios. Nos recuerda el poder de las personas como especie, la capacidad que tenemos de unirnos ante determinadas circunstancias. Eso es algo que no debemos olvidar, que no podemos dejar pasar por alto. “El abrazo” tiene vigencia hoy más que nunca por lo que representa, porque nadie tiene la capacidad de vencer sin la ayuda de nadie, porque a pesar de las diferencias, se debe priorizar la capacidad del diálogo, la búsqueda de consenso como norma fundamental de la democracia. Es impensable construir el futuro sin el abrazo de todos y cada uno de nosotros y no con el enfrentamiento. Las personas hoy, ahora mismo, pasean por La Castellana de Madrid y cientos de calles de este país. Estamos felices por regresar a la normalidad, sabemos que estamos venciendo en esta nueva prueba. Pero de nosotros depende llegar al final, mantener la ilusión de la libertad y el sentido de la responsabilidad, así como la ética para sobrevivir y legar nuestro modo de pensar como especie.