Belén lleva más de seis meses en el paro viviendo de la Seguridad Social como tantos miles de españoles ahora mismo. Pero hoy todo puede cambiar, acaba de conseguir un empleo como secretaria en un respetado bufete de abogados del centro de Madrid. Piensa, llena de ilusión, que al fin podrá salir de ese periodo tan difícil en el que no tenía la certeza del cómo y el cuándo podría volver a tener un empleo decente. Mientras se va acercando a la boca del metro para regresar a su casa en un barrio del sur de Madrid, va pensando jubilosa en cómo cambiará su vida a partir de ahora. Necesita pasar página de todo ese periodo y disfruta con la idea de hacer planes con su hija gracias a este nuevo empleo. La entrevista, que en su momento no tenía claro que hubiese salido bien, ahora tiene la certeza de que ha sido parte importante de que haya obtenido el trabajo. Los compañeros del curro le han dado muy buen rollo, para ella es importante poder sentirse cómoda en el lugar donde pasará tantas horas trabajando. No ve la hora de llegar a casa de sus padres y darles la buena nueva, sabe que su madre, con lo sentimental que es, llorará lo suyo por ese nuevo logro.

Belén tiene una niña de siete años que se llama Candela y siempre ha tenido la sensación de que son solo ellas dos contra el mundo. Cierto es que sus padres la ayudan mucho y, en parte por ellos, no se ha querido mover del barrio donde nació. Del padre de Candela mejor ni hablar, cada recuerdo de él es una daga envenenada. El divorcio lo ha aplicado también a su hija, pues nunca pasa a verla ni le pasa manutención. Por suerte para ella, esa es una etapa que ha quedado atrás. Se cansó de ser maltratada y despreciada por el hombre que amó. Consiguió el divorcio y que él se alejara, en parte porque conoció a otra mujer, pero muchas veces sintió miedo, siempre dolor y a punto estuvo de pedir a un juez una orden de alejamiento judicial. Esas actitudes despreciables hicieron que le perdiera todo el respeto y el cariño que una vez sintió por él.

Recuerda cuando se conocieron: ambos estaban en el último año del instituto y consiguieron compenetrarse, amarse y quererse tanto al punto que ella llegó a creer que sería para toda la vida. Juntos disfrutaron de un primer año muy felices, se comían la vida a bocados, las noches de juerga en la Gran Vía eran eternas. Entre botellones, fiestas y amigos fueron creciendo como amantes y como compañeros. Dos años después llegó Candela y poco a poco un golpe de realidad le descubrió que tal vez él no era la persona indicada.

Pero hoy no quiere mirar al pasado, es demasiado feliz para ello. El pasado solo le genera malestar y una cierta sensación de incomodidad e incertidumbre con la que no está dispuesta a convivir. Si todo sale bien, hasta se plantea la posibilidad de estudiar algo relacionado con el oficio. Necesita actualizarse y estar mucho mejor preparada para afrontar los nuevos desafíos de su nuevo empleo. Si es así, una vez más tendrá que pedir la ayuda de sus padres y también de su hermana Lola, tres años mayor que ella. Ella ha tenido mucha más suerte en la vida que Belén. Trabaja como consultora en una empresa privada de energía, tiene tres hijos y un marido maravilloso con quien ha estado desde la universidad. Ella siempre está dispuesta a echarle una mano y hasta a darle buenos consejos.

En un tiempo pretérito tuvieron muchos roces por la manera diferente de encarar la vida, o más bien de pasar de ella, pero con el tiempo ambas fueron madurando y el amor de hermanas que tanto disfrutaron en su temprana juventud regresó con fuerzas.

Hace ya un mes que está en el nuevo empleo y hasta una nueva amiga ha hecho. Se llama Mariana y, como ella, es divorciada pero sin hijos. Comparten cigarros, cafés y algunas anécdotas comunes sobre sus respectivos exmaridos en sus tiempos libres. La ha invitado a pasar el verano que se acerca a la casa de su familia en León, pero es muy pronto para pensar en vacaciones. En breve, media oficina saldrá de vacaciones, pero ella estará encantada de continuar con el trabajo. Ya habrá tiempo para descansar. Quiere esforzarse al máximo para evitar cualquier queja sobre su trabajo, cualquier duda sobre su disposición profesional. Está convencida de que es necesario ganarse la confianza y el respeto de todos por su labor cada día.

El verano está acabando, la segunda ola de la pandemia ha llegado para quedarse y los casos están creciendo exponencialmente. La ciudad intenta continuar su vida como si nada grave estuviese ocurriendo, pero la realidad grita a los cuatro vientos que esa ciudad enferma se miente a sí misma. Es viernes por la tarde, solo faltan tres días para que llegue septiembre y Belén comienza a toser. Una tos seca y casi permanente que la sume en un terror inmediato. Sale de la oficina buscando el metro camino a su casa. Está muy asustada, piensa lo peor. La gente la observa, siente como se apartan de ella, algunos le reprochan con la mirada, se siente culpable de ser una amenaza andante. Busca en su bolso un chicle para intentar amortiguar la tos. Hay casi una hora de trayecto hasta llegar a su destino. Su mente es un hervidero de ideas mientras las estaciones del metro se suceden unas a otras. Ve entrar y salir a las personas de su vagón y ella lo único que piensa es que quizás está enferma.

Entonces un frío tenebroso le recorre el cuerpo de arriba abajo no sabe si por miedo o por la fiebre. Tiene que plantearse esa posibilidad y decidir qué y cómo hacer las cosas. Lo primero que hace es llamar a su madre y contarle sus sospechas y las consecuencias de ello y que no pasará a recoger a la niña por el momento. Le dice que no cree tener fiebre pero que es mejor precaver. Para cuando llega a su casa, ya la fiebre se ha manifestado. Todavía no es tanta, pero podría ponerse peor en cualquier momento. Está segura de que atrapó la covid. De ser así, ¿Cómo debería actuar? La aterroriza la idea de decírselo a su jefe, tener que pedir una baja médica cuando solo lleva tres meses en el bufete le parece demasiado. Es probable que se la den, pero teme la reacción de la gente. Se sentiría como una apestada. Que fuese viernes le da un poco de margen para pensar y tomar decisiones.

Lola, su hermana, la llama inmediatamente. Está muy preocupada y se brinda a ayudarla en lo que necesite. Belén le plantea la posibilidad de no contar nada y seguir trabajando, no puede darse el lujo de perder ese trabajo. Está feliz con él y no se lo merece. Lola intenta razonar con ella, le comenta que es un error ético, que nadie merece ser contagiado. Luego de algunas palabras subidas de tono entre ambas, Belén reconoce que sería una irresponsabilidad muy grande, pero teme, tiene mucho miedo a perderlo todo y a sentirse rechazada. El lunes en la mañana Belén llama por teléfono a la jefa de personal del bufete y, con el corazón en la boca, le comenta que no podrá ir a trabajar porque está casi segura de que esta con la covid.

Desde el auricular, una voz preocupada y dispuesta a ayudar le dice que no se preocupe, que se cuide y que siga trabajando desde casa, que ya le mandarán todo lo que necesiten de ella. Belén cuelga el teléfono y respira tranquila.

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